“Más de una vez estuve tentado a telefonear a una o varias agencias de propaganda, a fin de transmitirles un mensaje muy personal y muy escueto: ‘No se gasten conmigo. Para mí la propaganda es como si no existiera. Cuando por la mañana leo el diario, los avisos no cuentan. No importa que ocupen un espacio de cinco centímetros por una columna, o una página entera. No existen. Paso las páginas buscando y leyendo textos, noticias, artículos de opinión, análisis económicos, resultados deportivos, pero no me detengo en ningún aviso. No cuentan. Los eludo como a enemigos o como a baches en la carretera’.” “Con la televisión me pasa algo semejante. El zapping nervioso, incontenible, de mi índice obstinado, me va salvando del detergente mejor del mundo, del automóvil más veloz, del champú esplendoroso, del cigarrillo más elegante. En verdad no soporto que la pantallita estúpida organice o desbarate mi Seguir leyendo