Si de pronto te encuentras inmerso en una situación de hartazgo en la que ya no le ves sentido a tu rutina, detente. Piensa por un momento qué es lo que te hace feliz, y hazlo.
Hay ocasiones en las que de pronto pareciera que lo que hacemos no tiene mayor significado y nos sentimos atrapados en la rutina de todos los días: levantarse, ir al trabajo, regresar a casa. Levantarse, ir al trabajo, regresar a casa… y así durante toda la semana, o por lo menos durante los días hábiles, ya que sábado y domingo quizá los ocupemos para hacer otras cosas de interés que pudiéramos estar esperando desde el fin de semana anterior.
Lo malo de los fines de semana es que duran muy poco… en verdad deberían durar por lo menos tres días, pero no, apenas te estás acostumbrando al “esto sí es vida” cuando te das cuenta de que ya es domingo y tienes que ir a trabajar al día siguiente, y te da ¡La depresión del domingo!
Hay incluso varios estudios acerca de la mentada Depresión del Domingo, la cual hace que en lugar de disfrutar esos momentos de relajación y de paz, nos angustiemos al pensar qué es lo que tenemos que hacer mañana, y qué asunto dejaste pendiente, o incluso llegas a fastidiarte porque le vas a tener que volver a ver la cara a tu jefe, y así.
Entonces vamos cayendo de pronto en una dinámica en la que odiamos los días entre semana y anhelamos los fines, puesto que son los únicos días en que “somos libres”.
Erich Fromm, en su libro “El Miedo a la Libertad”, habla de cómo el hombre moderno tiene miedo a sentirse libre pues le sobreviene un sentimiento de soledad que necesita erradicar a toda costa, y analiza cómo es que el hombre puede superar ese sentimiento y convertirse en un ser verdaderamente libre. Todo tiene que ver con “conocerse a sí mismo” y procurar y disfrutar de nuestra “espontaneidad”.
“Una de las premisas de esta espontaneidad reside en la aceptación de la personalidad total y en la eliminación de la distancia entre naturaleza y razón; porque la actividad espontánea tan sólo es posible si el hombre no reprime partes esenciales de su yo…”
Pienso que esto último de reprimir partes esenciales de nuestro yo es precisamente lo que hacemos entre semana.
Debido a que nos vemos sumergidos en un mundo laboral, vamos perdiendo esa espontaneidad que nos hace sentirnos libres y asumimos un rol de “empleado”, que viene en conjunto con ciertas reglas, protocolos y comportamientos esperados que van moldeando nuestra manera de actuar.
Seguramente recordarás a alguna persona que dice “es que en el trabajo tengo que ser así”… o simplemente te has descubierto siendo “de otra forma” cuando estás en la oficina.
Al final del día esto va causando que mermes tu libertad y que adoptes una rutina que a la larga te hará pensar que salir a tomar unos tragos en lunes “está mal”… o ir al cine en la hora de la comida (para los que tienen dos horas) “no está bien visto”… y tomando decisiones basados en argumentos como éstos vas sacrificando tu espontaneidad en pos de la aceptación de tu persona en un mundo imaginario.
El cambio está en las pequeñas cosas. Si de pronto te encuentras inmerso en una situación de hartazgo en la que ya no le ves sentido a tu rutina, detente. Piensa por un momento qué es lo que te hace feliz, y hazlo.
Confucio decía que eligieras un trabajo que amaras y entonces ya no tendrías que trabajar el resto de tu vida. En este mundo moderno a veces esto no es posible, pero lo que sí se puede hacer es tratar de recordar que somos libres siempre, y que podemos debemos procurar nuestra propia felicidad todo el tiempo.
Así que si te nace salir un lunes a tomar algo, si quieres ir al cine a la hora de la comida, si quieres ir a comer solo, a leer un libro, si quieres dar una vuelta por un parque, si quieres sentarte en una banca a meditar o a escribir un poema, no te esperes hasta el fin de semana, hazlo hoy.
Date el tiempo, empieza a cambiar esas pequeñas cosas, dale prioridad a esas pequeñas acciones que te hacen feliz y verás cómo poco a poco tu vida va cambiando para bien.