Hay momentos en que la vida te lanza avisos, te pone señales, te grita mensajes y te ofrece conclusiones.
La vida es a veces como ir en coche y atravesar una ciudad llena de otros coches que al igual que tu cumplen una ruta para llegar a su destino. A lo largo de la ruta hay señalamientos, luces, desviaciones, baches, topes y vados. Hay tramos con mucho tránsito, y hay otros despejados.
Si nos toca de subida nuestro coche quizá irá más lento, pero hay que saberlo manejar para poder meter segunda o tercera desde antes y poder subir a velocidad constante y llegar a la cima sin problemas. En el camino veremos cómo hay quienes quisieron subir a toda velocidad y terminan a la mitad porque se les acabó el impulso; o aquellos que por desconfianza pretenden subir en primera y lo logren, pero quizá sea ya demasiado tarde para cuando lleguen a la cima.
Lo mejor de subir es poder bajar a tiempo. Es cuando uno, después de ese gran esfuerzo, puede relajarse y disfrutar de la brisa mientras el coche se desliza y nosotros podemos disfrutar del paisaje y de la satisfacción de haberlo logrado. Con suerte, si subimos la cuesta adecuada, llegaremos al destino con ese puro impulso.
Los malos momentos llegan cuando hay un percance, un choque y sufrimos desperfectos. Si el choque no fue muy duro quizá cada uno pueda irse con su golpe, pero si toca llamar a la grúa y llevar el coche al taller entonces ya valió, quizá tengamos que ir a parar hasta al mecánico para que lo arregle en sesiones semanales.
Después de un choque los autos no quedan igual, quizá por fuera se vean igualitos, como nuevos, pero por dentro se sienten diferentes, y quien los conduce cambia, pues se vuelve más precavido, más cauteloso, menos aventurero. Ya no conduciremos tan rápido, y miraremos a los lados antes de cruzar una avenida, respetaremos los límites de velocidad, y sobre todo, sabremos localizar y hacer caso a las señales.
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Al ver el semáforo en rojo detuve mi marcha y al voltear al coche de al lado estuve seguro de que era ella. El auto quizá había cambiado, pero la ocupante era la misma.
En instantes vinieron a mi mente gran cantidad de recuerdos, unos buenos, otros en realidad no tanto. El tiempo se detuvo por un momento y volví a sentir lo mismo, de principio a fin. La avalancha de emociones me hizo recordar los besos y los abrazos, volví en la mente a entonar viejas canciones. Conforme revivía cada instante recorría cada momento hasta el final, donde incluso podía recordar cada palabra y cada lágrima. Y me pregunté que hubiera sido si….
Cuando la vi tan seria, tan triste, con la mirada fija en el futuro, sin querer fijarse en el presente y cuidar al pequeño niño que venía llorando atrás, alejé mi mirada y volví a mi vida.
La luz del siga ya llevaba un largo tiempo encendida.