Ventana 39

Subí muy temprano al tren para un viaje de tres horas que prometía grandes paisajes y excelentes panorámicas.  Sin prisa busqué mi asiento, y me alegré al saber que me había tocado ventana pues así podría contemplar el paisaje durante todo el camino.  La pasajera junto a mi se levantó de prisa para dejarme sentar, le agradecí y poco después prosiguió con su sueño. De primera instancia no presté mucha atención pero cuando el tren comenzó a moverse la miré de nuevo, y le descubrí con los ojos cerrados tras las gafas obscuras, y las palmas extendidas recibiendo el calor del sol que le llegaba directamente a las manos. Con la mente en otro lado me dediqué a mirar por la ventana las cabañas, las montañas, los ríos, tratando de imaginar lo que sería vivir ahí. Poco después abrió los ojos y comenzamos a hablar, primero de trivialidades como el Seguir leyendo