De Paradigmas y Libros Electrónicos

Hoy en día nos encontramos con un nuevo desarrollo tecnológico que romperá con otro paradigma que ha estado presente en nuestras vidas por años, y es el libro electrónico.

Cambiar un paradigma es de las cosas más complicadas para los seres humanos. Quizá sea por eso que la adopción de los nuevos procesos y el avance tecnológico no sean tan rápidos como los entusiastas quisieran.

Los seres humanos somos individuos de costumbres, de hábitos; incluso cabe recordar a Aristóteles: “Somos lo que repetidamente hacemos, por lo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”.

Nos cuesta mucho trabajo dejar de hacer las cosas como las hemos hecho siempre ya que representa una etapa de aprendizaje en donde toda nuestra experiencia ganada con el uso de la tecnología anterior quizá sea inútil comparada con el nuevo proceso.  Creo además que, entre más crecemos más nos resistimos al cambio, y ponemos mucha más resistencia a dejar de hacer las cosas como nos han funcionado toda la vida.

Sin embargo, a lo largo de la historia hemos visto grandes cambios que – sin duda paulatinos- dieron un giro completo a la manera en que hacemos las cosas.  Hoy en día, por ejemplo, no concebimos una ciudad sin coches, o sin energía eléctrica.  Hoy aproximadamente el 100% de los hogares en México tiene televisión y existen alrededor de 70 millones de celulares para el total de un poco más de 100 millones de habitantes.

Así pues, la tecnología se va adoptando poco a poco y esto es gracias a las nuevas generaciones, que desde su inicio acogen la tecnología dentro de su paradigma y por ende les resulta natural su utilización.

Algunos amigos comentaban lo sorprendente que es ahora escuchar que los niños piden a Santa Clós o a los Reyes Magos una computadora o un celular…  “en mis tiempos” dirían, esos eran artefactos para gente grande.

Hoy en día nos encontramos con un nuevo desarrollo tecnológico que romperá con otro paradigma que ha estado presente en nuestras vidas por años, y es el libro electrónico.

El regalo perfecto para esta Navidad fue el Kindle, o cualquier otro de sus competidores.  Ahora las grandes empresas apuestan a la venta de libros de manera electrónica y por supuesto, al cambio de paradigma de la gente, que preferirían leer a través de un display de LCD que a través de una hoja de papel.

Hace ya unos años leí un libro que cambió mi manera de ver la información radicalmente, y es “La Vida Social de la Información“, de Brown y Duguid, donde los autores abordan la importancia que tiene el contexto para los seres humanos y de cómo éste hace todavía más difícil el cambio de tecnología.

En particular recuerdo que toca el tema de los periódicos: ¿Es cierto que los periódicos en papel desaparecerán ante el rotundo éxito de sus versiones electrónicas? La tesis del libro es que no era muy probable, ya que el acto de leer no solo involucra la vista para captar los símbolos que son las letras y los cuales, al juntarse representan una palabra que es identificada, comprendida y relacionada con las adyacentes gracias a nuestro cerebro.

En este proceso, según el libro, también intervienen otros factores como el olfato o el tacto.  Quizá a la gente le guste leer el periódico en la mañana sobre la mesa del desayuno o sobre su escritorio de trabajo no sólo por el simple hecho de leer, sino también por toda la experiencia sensorial que esto representa: Sentir el papel, dar la vuelta a la hoja, oler la tinta, mancharse los dedos.  Incluso quizá la experiencia vaya más allá de su lectura pues el papel después se puede utilizar para otras cosas como envolver o limpiar los vidrios.

Recientemente pensando en ello llegué a la conclusión de que con los libros me pasa exactamente igual, para mi la experiencia de leer un libro no está solo con las letras: me gusta el aroma de un libro nuevo, y me gusta quitar el celofán, tomar el libro con las manos y doblarlo, poder subrayarlo con mi pluma, doblar las esquinas de las hojas, etc…  cosas que no puedo hacer con el Kindle, y que por ende me imposibilitan su adopción.

No obstante, considero que esto no sucederá a las nuevas generaciones.  No hablo de mis hijos, pero quizá ya para mis nietos sea natural leer el periódico y sus libros de texto a través de un lector electrónico que les permita no solo leer sino también hacer todo lo que se puede hacer con un libro de papel.  Y seguramente para ellos resultará una experiencia digna de museo el hecho de tomar un libro “de verdad” con las manos.

Algunos dirán que exagero, que los libros nunca van a desaparecer, y no, no lo harán, simplemente cambiarán de formato.  Así pasó ya con las enciclopedias, ahora ese negocio se ha transformado radicalmente y el tener una enciclopedia impresa es más por lujo que por necesidad. En un inicio las historias y la sabiduría se transmitían por la voz, luego llegó el papiro y después el libro impreso, ahora toca el turno del libro digital.

Inclusive, no me resultaría raro que dentro de poco algunas universidades comenzaran a exigir un Kindle a todos sus alumnos para facilitar así el acceso a la información de sus bibliotecas digitales o cursos en línea, tal y como lo hicieron en el pasado con las computadoras portátiles.

En fín, lo bueno es que no tengo Kindle, por ahora no me interesa, quizá en un futuro rompa mis paradigmas e intente leer algo en ese aparato. Quién sabe, puede ser que me resulte increíble, que me cambie de por vida al formato digital, y que mi problema sea ahora qué hacer con ese librero nuevo que me regalé esta Navidad.